Ismel Jiménez salvó la honra de los Gallos y completó su sexto éxito de la temporada. |
Hoy hubiese apretado por el cuello a Angelito (Ández) al creer a pie juntillas en sus "dones" de oráculo -no en Delfos, sino en el estadio de Cienfuegos. Varios de sus pronósticos se cumplieron esta tarde a lo largo del desafío; que si Osvaldito la va a botar ahora (y la botó), que si El Grillo la va a recostar contra la cerca (de piconazo, pero la rechinó y la hizo triple). Y embullado con tanto acierto me creí su dictamen de barrida. "Oye, tranquilo, que volvemos a dejar al campo a los Gallos. Esto termina 7x6", me dijo.
El pronóstico fue en el octavo. Perdíamos 6x4 luego de romperse en el séptimo la seguidilla de ripostar con idéntico resultado cada carrera (o incluso cero) que fuera a la pizarra por el bando contrario. Los espirituanos hicieron una en el primero y en ese mismo inning se la devolvimos. Luego entre Yasmani Fernández y Jorgito Hernández eslabonaron una cadenita de cuatro ceros, pero Ismel Jiménez nos engarzó otros tantos. En el sexto Liván Monteagudo se la desapareció con uno a bordo al derecho de Ariza, y liquidando ese propio capítulo pues Osvaldido hizo lo que ya les dije, con Pito Abreu anclado en primera...
Nada, que las casualidades eran demasiadas, y como soñar no cuesta, pues confié en las dotes de "adivinador" de Ández, excelente caricaturista con quien bromeé y hasta le dije de sus posibilidades de explorar como cuentapropista en esa área, aunque alguien al lado me sacó del error y aclaró que esa figura del trabajo por cuenta propia sólo estaba aprobada para su ejercicio en el área patrimonial de la Habana Vieja, no acá en Bonneval.
Y lo confieso, cuando en el séptimo el gallo volvió a picar duro y desfilaron por el box, primero Romney Valdés y luego Leorisbel Sánchez, que terminó el choque, pensé que la cortedad en la respuesta de los Elefantes (ripostaron con una frente a las tres espirituanas) era cosa pasajera, un detalle para añadirle emociones al cierre.
Y vino el octavo. La visita se fue en blanco... Nosotros también. Y ya ahí empezó la comezón. Lo miré inquisitivo, con deseos de incrustarlo contra la malla peerle, pero la seguridad de su vaticinio me devolvió el alma al cuerpo con aquello de "...esto termina 7x6".
En el noveno los de azul y naranja volvieron a amagar peligrosamente. Me preocupaba que hicieran otra y el sortilegio del 7x6 a favor de los míos se esfumara. Eriel y el Yuli pegaron par de hits en fila. Monteagudo se ponchó y Aramís Gómez salió por la misma vía, pero "Paporo" enterró la Mizuno y los hombres adelantaron a segunda y tercera. Me comí par de uñas... y luego otro cuando el zurdito del barrio transfirió al camarero Alfonso. ¡¡¡ Bases llenas!!! Se jodió esto, pensé. Pero volvió a hacerse la luz, el bonnevalero metió el brazo y sacó al proa Acebey por la vía del coctelito.
Ufff. Ángel miró hacia donde estaba yo como diciéndome "No te lo dije. Ahora viene lo bueno".
Y juro que casi voy hasta su asiento y lo abrazo a él y le estampo un beso a Darilys, su compañera, cuando con parsimonia y tremensa sangre fría "El Zunzún" le disparó línea al central al abridor trinitario. Luego di un salto por la pasmosa tranquilidad con que el capitán Leyva aceptó su ponchete, ¡y sin tirarle! Chas-chas-chas, uno, dos, tres y pa' la tonga. ¡Caballeros, a qué hora!
Pero con el arrastrado de Ferrán al territorio corto del derecho por poco pego con la cabeza en el techo del palco detrás de home. Angelito volvió a mirarme. Sobraban las palabras. Lo entendí clarito clarito sin que abriera la boca: "Te lo dije, ahora es cuando es". Ésa era la expresión que traslucía, mientras el relevista Yoen Socarrás terminaba de calentar.
Madero en ristre se plantó en el cajón de bateo el Elefante Mayor, Pito Abreu, el hombre que según mi amigo dejaría tendidos a los visitantes. ¡Tres veces! ¡Coño, qué clase de tipo! ¡Qué luz larga!
Y se le volvió a encender la pupila a Ángel con el cañonazo de José Dariel al central. ¡Qué clase de saludo al muchacho! Lazarito voló literalmente desde segunda, pero Ferrán no pudo acercar la del empate. Desde su asiento EL "oráculo" gritó entre carcajadas que las musas no dan siempre toda la verdad, y le tocaba al gordito Arias sentenciar el choque.
Para tranquilidad mía vi con agrado que Iday enviara a Alexei García a correr por el máscara anclado en la intermedia. Ahora sí, me dije. Esto está empata'o ya y la siete viene atrás que se mata...
El corazón por poco se me salta por la boca cuando Osvaldo le pegó con furia a la 200. La bola tomó altura, el mayor de los hijos peloteros de Lourdes corrió hacia atrás, y me cayó el mundo encima cuando el muchacho abrió los brazos en esa clásica señal que aprendimos de chiquillos en los pitenes que armábamos en los placeres de Los Amarillos: ¡Mía! Lo vociferó en el central y resonó como si nos lo hubiera gritado al oído a los más de 15 mil aficionados todavía en el estadio (de veras no sé cómo carajo calculan la asistencia estos tipos que rinden el numerito para la comisión nacional, porque según el sitio béisbolcubano.cu hubo 6 mil concurrentes este sábado. ¡¿Dónde tienen los ojos esta gente?!)
Ández supo que la mía era de odio cuando intercambiamos miradas. Pero todavía encontró razones para calmarme. "Oye, esto lo decide Pável". Quise creerle, pero las dudas ya se me salían por los poros. "El Cholo", a mi derecha, fue más conciliador, aunque lapidario. "Me parece que el que le tocaba a este ya la dio en el primero".
Y no se equivocó el colega de la corresponsalía de Prensa Latina. El muchacho de curioso pelado (una inscripción con su nombre en el cabello y el número 10), pantalones a reventar por las costuras y un ceremil de guantillas en cuanto bolsillo permite el uniforme, elevó a zona foul por la banda de primera. Mendoza la midió, salió como un felino y se la llevó de aire para meterse en el dogout a celebrar la honrilla salvada.
Busqué a Angelito con deseos de cogerlo por el cuello. Mas su asiento ya estaba vacío. Mañana lo agarro y se la cobro.
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