Hágase justicia aunque el mundo perezca, reza un cartel en la fachada del penal siniestrado en Honduras. Detrás de sus barrotes murieron calcinados una cifra aún no determinada de prisioneros. |
Aunque las cifras resultan contradictorias (algunos medios, sobre todo hondureños, dicen que 272, otros suben la parada y hablan de 356 muertos), un incendio en la Granja Penal de Comayagua, región central de Honduras, ha terminado como la peor tragedia en prisiones latinoamericanas de los últimos 26 años, ni que decir, la mayor de este tipo ocurrida en el país centroamericano.
San Google, como me gusta apodar al socorrido buscador, registra la noticia entre los temas del día. No podía esperarse menos que eso.
Al mediodía de este miércoles, hora de Cuba, el sitio http://news.google.com.cu/nwshp?hl=es&tab=wn contabilizaba 519 fuentes con reportes del desastre, algunos de visos espeluznantes ("Hay muchos cuerpos apilados en el interior de los módulos que seguramente intentaban pero no pudieron escapar del fuego, son cosas que se pueden apreciar". // Portavoz de los Bomberos.). Otros con relatos capaces de indignar al más impertérrito de los seres ("Cuando empezó el fuego les gritamos a los que tenían las llaves y no quisieron abrir, más bien nos hicieron disparos". // Prisionero Rubén García, uno de los sobrevivientes).
Mañana, tal vez hasta pasado incluso el viernes, quizás todavía se hable de este lamentable hecho en los grandes medios. Luego será el horror pasado de una pesadilla, otra más, de las que con inusitada frecuencia (muchas veces ignoradas por esos mismos diarios y noticiarios) se suceden en la sufrida Honduras, en especial luego del golpe artero que, encabezado por el gorila Roberto Micheletti, derrocó al gobierno democráticamente electo de Manuel Zelaya Rosales.
Sin embargo, basta que un delincuente cubano prisionero muera en un hospital pese a la esmerada atención de los equipos médicos, que si por "casualidad" e intereses políticos de por medio los vociferadores de Miami le colgaron antes el "cartelito" de disidente (no importa si cometió homicidio machete en mano o si en su fuero desacató a la policía luego de haberle propinado abominable golpiza a una mujer), el asunto dará tela para cortar y cortar durante meses, y al muerto hasta quizás lo santifiquen y le endilguen el mérito de "héroe por la democracia" y la defensa de los "derechos humanos".
El día que circuló la noticia de la muerte del recluso común Wilman Villar Mendoza, en la sala de cuidados intensivos del hospital Clínico Quirúrgico Doctor Juan Bruno Zayas, de Santiago de Cuba, a causa de fallo multiorgánico secundario a un proceso respiratorio séptico severo, que llevó al paciente a un shock por sepsis, este mismo San Google registraba varios miles de sitios donde usted podía enterarse, con pelos, señales y por supuesto ofensas y oprobios añadidos, todo lo concerniente al show mediático orquestado contra el gobierno de Cuba.
Cabría esperar que una de las parloteras de volumen más alto entonces, la congresista republicana Ileana Ros-Lehtinen, presidenta ultraderechista del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, se pronunciara en términos acusatorios y tan exigentes contra las autoridades hondureñas por permitir tamaña tragedia en la prisión de Comayagua, que como se ha probado, obedece al estado de abandono y hacinamiento en que se encuentra la población penal en la mayoría de los centros penitenciarios de la nación centroamericana. ¿Lo hará la también conocida como Loba Feroz? ¿O por el contrario antepondrá su conocida afinidad y sus relaciones muy cordiales con los miembros del gabinete golpista, buena parte de ellos en puestos clave del actual gobierno de Porfirio Lobo?
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