Walter Lippman, ideólogo yanki al frente de su maquinaria de propaganda durante la Primera Guerra Mundial, contribuyó de forma determinante a acentuar la consustancial doctrina imperialista de promover el pensamiento, modelo de vida y valores suyos como únicos paradigmas a seguir por el resto de la humanidad. Las octavillas que, aun a estas alturas, continúan lanzando desde los aviones antes de iniciar los bombardeos, intentan subvertir la verdadera naturaleza de las agresiones, al transformarlas en supuestas “acciones para salvar al pueblo, protegerlos de sus tiranos”, bla, bla, bla…
El millón y medio de civiles muertos en el Medio Oriente, la cultura de una civilización ancestral arrasada, figurarían entre las respuestas más recientes a su engañifa histórica.
La propaganda lippmaniana abarcaría con el tiempo un radio mucho mayor de expresiones, no solo inherentes al mero hecho bélico, aunque sí copartícipes de su propio espíritu e inducidoras subliminales a ello, por supuesto. La prensa fue, a través del siglo XX y el actual, herramienta estratégica, clave, en tal sentido. Para hablar solo de Cuba, nuestra isla ha debido resistir el embate de centenares de campañas mediáticas en 51 años.
Con la expansión primero del cine y luego de la televisión, las expresiones audiovisuales, fictivas o documentales, también jugaron papel crucial en exportar al planeta las pautas del decálogo hegemónico imperial.
Aunque de calidad ínfima, una superproducción como Bad Boys II (Michael Bay, 2003), fue vista por millones de personas en todo el planeta. El tanque hollywoodino demonizaba a Cuba hasta el borde de lo inimaginable. Era el archipiélago, según el señor de los Transformers, un paraíso de militares asesinos narcotraficantes, el cual ni la peor distopía sería capaz de recrear. Parte de los espectadores del mundo, seguro, pudo reconocer el absurdo; otros lamentablemente no, porque justo ese es el mensaje que les llega, cuando sus medios deciden abordar el tema Cuba desde prismas del todo desvirtuados.
En artículo sobre el asunto publicado por José Manzaneda en Cubainformación -marzo de 2012-, el periodista comenta el ataque ideológico promovido contra la Isla por diversos videojuegos, a la manera de Trópico 4, Call of Duty: Black Opps o Ghost Recon: Island Thunder. Este último, significa, realizado con la asesoría del escritor Tom Clancy, cuyas novelas son pura propaganda de las guerras de intervención de EEUU en el mundo, “nos sitúa -según reza su publicidad- cuando Fidel Castro muere y el país se prepara para unas elecciones democráticas con el apoyo de las Naciones Unidas”. Pero -continúa- “hay un grupo de rebeldes (partidarios de Fidel) que están dispuestos a efectuar un golpe de estado para que tal acto (electoral) no tenga cabida”.
Por su parte, Trópico 4 se ambienta en una supuesta “dictadura caribeña”, explota todo tipo de estereotipos racistas y colonialistas e insinúa a Cuba como escenario de una “necesaria” intervención militar, subraya el texto.
No menciona el autor a Evolución, debido quizá a su extrema novedad. Detalles del mismo pueden hallarse sin embargo en el sitio especializado Meristation: “Evolución imita el estilo de Super Mario BROS para realizar una crítica bidimensional del sistema cubano a través de los ojos de su protagonista, Manolito, un policía de la barriada de Lawton, en La Habana, cuya misión es acceder a información enfrentándose a ´mecanismos obsoletos y funcionarios míopes´ mientras es perseguido por un robot y por agentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias”, publica dicha página web.
Elemento interesante del texto de Manzaneda es su desplazamiento hacia el área de la animación. Escribe el articulista: “Prácticamente ningún espacio en la industria de la comunicación y el entretenimiento se escapa a la propaganda contra Cuba, incluido el de los dibujos animados. La serie norteamericana Los Simpson ya demostraba, hace unos años, que el único modo permisible en el que Fidel Castro puede convertirse en personaje de ficción es en el papel de un líder arrepentido de sus ideas revolucionarias. Una producción más reciente, la serie Los DaVincibles, que emite, entre otros, el canal público español Clan TV, nos ofrece un ejemplo interesante: el personaje malvado de la serie, un ser que encarna las ansias de poder y de dominio del mundo, se llama Cuba y su atuendo característico es una gorra roja de estilo bolivariano. Nada más chocante y contradictorio en quien representa, justamente, los valores del imperialismo. Por otro lado, ¿se imaginan el escándalo si los guionistas hubieran bautizado al personaje con el nombre de Estados Unidos o Francia?
“Y es que los poderosos parecen no tener suficiente con el control cada día más absoluto de los grandes medios de comunicación, para la imposición de imaginarios sociales acordes a la ideología del sistema de dominación. Por ello extienden su guerra de propaganda a toda la cadena de productos y espacios de la industria de la comunicación, la información y el entretenimiento”.
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