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martes, 29 de mayo de 2012

Drones, muerte teledirigida e impersonalizada (+ Vídeo)


Julio Martínez Molina

Hace escasas fechas, Noam Chomsky -entre los pensadores de izquierda fundamentales hoy día a la hora de entender (o tratar de) el planeta-, dijo: “Bush secuestraba y torturaba, Obama asesina”. A ver, el científico social no degradaba la maldad del predecesor; sino situaba en su justo lugar la del actual mandatario. Ambos son emperadores, criminales de guerra y genocidas de la humanidad, si bien el profesor del Instituto Tecnológico de Massachussets, aseguraba lo anterior porque el afroamericano, Premio Nobel de la Paz, le dio carta blanca -total, absoluta- a un aparato de guerra considerado la máquina más impersonalizada pero brutal de muerte conocida hasta la actualidad: el dron, o vehículo aéreo no tripulado (UAV, por sus siglas en inglés). Aunque se utilizan desde 2004 y existen desde antes, el presidente en el poder -quien tiene pesadillas con Viet Nam y es tan confeso entusiasta de las naves no tripuladas como de “la distancia verdugo/víctima”-, concibió segmento considerable de su estrategia bélica en la robótica aérea (también terrestre).

Durante su gobierno, los 7 mil 500 aviones teledirigidos de la flota imperial superaron el medio millar de incursiones y ocasionaron miles de víctimas. Pese a que John Brennan, asesor jefe del mandatario en Contraterrorismo mienta, al multiplicarlas por cero. Sí, así mismo publicó en un medio yanqui: 0. No obstante, como consigna el destacado intelectual argentino Juan Gelman en su artículo Robotizando la guerra, “La oficina de periodismo de investigación de la City University de Londres advirtió el año pasado que al menos 175 niños figuraban entre las más de dos mil víctimas de los drones hasta ese momento (…). La institución -que durante cuatro meses llevó a cabo un trabajo de campo en Waziristán, la zona lindante con Afganistán que sobre todo padece las incursiones programadas- subraya en sus estudios más recientes que los ataques se dirigen también a quienes procuran rescatar a los heridos, a reuniones tribales, funerales y bodas”.
Al aludir al crimen  del clérigo Anwar al-Awaki por dos drones Predator en Yemen, en septiembre de 2011, Chomsky opinó: “Él fue asesinado. El hombre junto a él también. Poco después, su hijo fue asesinado. El titular del The New York Times dijo algo como Occidente celebra la muerte de clérigo radical. Primero que todo, no fue muerte, fue asesinato. Y Occidente celebra el asesinato de un sospechoso. Él es un sospechoso, después de todo. Hubo algo que se hizo hace casi 800 años llamado Carta Magna, que es el fundamento del derecho anglo-americano, que dice que nadie podrá ser sometido a una violación de los derechos sin el debido proceso de la ley y un juicio justo y rápido”.
Los aviones teledirigidos Sentinel, Predator o Reaper enviados por los halcones neocon a Pakistan, Yemen, Afganistán, Irak, Djibouti, Libia, Sudán o Irán (bajo peligro de derribo allí, donde le tumbaron un Sentinel RQ-170 fabricado por el poderoso consorcio Lockheed-Martin e “invisible al radar”. Antes cayeron otros dos yanquis, más cuatro israelíes) operan sin tripulación y bajo sistema de mando a distancia, a veces a centenares de miles de kilómetros. Sobre todo desde la Base Aérea Creech en Nevada; pero además desde otras 59, activas o en fase de ejecución, a lo largo del globo. Resultan mucho más baratos que un caza, pueden volar largas distancias y mantenerse en el aire por espacio de tiempo superior a las naves convencionales. No solo son capaces de rastrear, videograbar, examinar el terreno “enemigo” hasta escala de las hormigas (dicen), sino efectuar ataques con misiles Hellfire a blancos fijos o móviles, como los muchos ejecutados. Entre ellos el tristemente célebre perpetrado contra 69 niños. Robots al fin -similares a los utilizados en el escenario terrestre por el ejército imperial-, deviene muy dudosa sin embargo su probabilidad de distinguir entre militares en combate o gente común.
Las carnicerías en masa u operaciones selectivas de los drones son monstruosas e incontables los errores cometidos, así y todo el “niño lindo” de la CIA sea considerado por la tenebrosa agencia como “el sistema más preciso de la historia”.  Desde marzo de 2012, el Comandante en Jefe del Imperio concedió a la Agencia licencia para matar con drones a cualquier persona del universo “involucrada en el terrorismo”. Su posibilidad ilimitada de ejecuciones extrajudiciales (tarjeted killing) infunde pavor en el planeta.
En el texto Máquinas de matar y la radicalización de los pueblos ocupados Naief Yehya aborda la lúdica macabra asociada al dron y su operador:  “El mito de la guerra puede ser perversamente fascinante, de ahí el éxito del cine bélico y los juegos de video del estilo de Call of Duty (y otros juegos que ofrecen el punto de vista del tirador), pero esas son experiencias diluidas, controladas y no aspiran a la intensidad de las provocadas por la guerra. No obstante, si a la guerra real le quitamos el riesgo, el sacrificio, la angustia y el miedo, y nos queda solo la experiencia de matar a distancia, entonces la guerra real se ve reducida a una cruel experiencia de la matanza como tarea burocrática o entretenimiento. Esa es la realidad de los  “pilotos” de aviones a control remoto y robots armados que aniquilan sospechosos en una pantalla al apuntar y disparar con un joystick”.



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