Algunos le han dado en llamar el Día D, en alusión a la célebre aunque demorada fecha de apertura del frente aliado durante la II Guerra Mundial. Otros, la mayoría, coinciden en apodarlo el Supermartes, por aquella enraizada manía estadounidense de a todo anteponerle el vocablito de marras.
Ha llegado por fin el 6 de noviembre y Estados Unidos encara la más cerrada y por supuesto mediática de las campañas electorales de las últimas décadas por ver quién gana la silla presidencial.
Pero antes, en especial a partir de enero en que se dio el banderolazo de la última ronda, la de la verdad, comenzó a correr a raudales el billete verde sin importar la situación de aguda crisis que atraviesa el país, con una economía ralentizada y un desempleo en alza pese a las promesas de la administración por al menos ganar esa parte de la pelea.
Y ninguna fecha mejor que la propia del acto comicial para hacer un balance del presupuesto total de las campañas del presidente Barack Obama -aspirante a la reelección- y de su rival republicano, Mit Romney, cuyo monto sumado superó los 2 mil millones de dólares.
Aunque todavía preliminar, porque no más ayer, e incluso hoy todavía se celebran actos proselitistas de parte del republicano en Pittsburgh (Pensilvania) y Cleveland (Ohio), esa cifra batió el récord de mil 800 millones de dólares recaudados hace cuatro años, cuando entonces disputaron la carrera el a la postre actual gobernante y el senador John McCain.
Obama renunció a la financiación pública al igual que en la lid anterior, cuando reunió 750 millones de dólares en donaciones mientras su adversario conservador solo logró los 84 millones instituidos por las leyes federales.
Con el amargo antecedente de McCain, el actual candidato republicano imitó al dignatario y también rechazó los fondos del Gobierno para impulsar su causa política.
Ese factor conllevó a la proliferación de los llamados supercomités de Acción Política o superPACs, órganos que gestionan grandes donaciones de empresas, personas o sindicatos para los contendientes y, en consecuencia, dispararon este año el costo de la pugna por la Oficina Oval.
El capital entregado se destinó a pagar los enormes equipos de campaña de ambos candidatos, mantener oficinas en los distintos estados del país, realizar encuestas, comprar espacios en prensa, radio, televisión e Internet para los mensajes electorales y emprender giras proselitistas a nivel nacional.
Una controvertida decisión de la Corte Suprema de Justicia dio lugar al surgimiento en 2010 de esas organizaciones supuestamente independientes y rompió las normas que limitaban los aportes individuales a un máximo de dos mil 500 dólares en cada ciclo electoral.
Los superPACs que apoyan a Obama por lo general se codean con estrellas de Hollywood, en tanto los que se movilizan por Romney cuentan con el favor de acaudalados empresarios e inversionistas.
Aunque el alto tribunal estadounidense solo prohibió a esos grupos evitar una coordinación directa con los equipos de campañas de los candidatos, los más cercanos a los aspirantes presidenciales están dirigidos por personas muy ligadas a ellos.
Priorities USA -controlada por los ex funcionarios de la Casa Blanca Bill Burton y Sean Sweeney- es la que más recursos ha captado para los demócratas entre figuras como Jeffrey Katzenberg, director ejecutivo de DreamWorks Animation; el cineasta Steven Spielberg, el actor Morgan Freeman y el corredor de bolsa James H. Simons.
Mientras, el ex gobernador de Massachusstes tiene el apoyo de American Crossroads, dirigida por el antiguo gurú del ex presidente republicano George W. Bush, Karl Rove, y con una nómina de contribuyentes encabezada por los magnates Sheldon Adelson, Bob Perry y Robert Mercer.
DETRAS DE LOS SUPERPACS
Cada vez más analistas advierten sobre el lado oscuro de los superPACs y la creciente influencia en la política de Estados Unidos de los grupos de poder que inyectan los multimillonarios fondos a las campañas electorales.
"Los comicios peligran porque los superPACs se convirtieron en un vehículo para las voces e intereses de una elite muy pequeña de empresarios y financistas", escribió en el diario The Washington Post el académico norteamericano Kent Greenfield.
Otros coinciden en que esos comités dirigen y trazan las estrategias de las campañas, aún cuando por ley no pueden contactar directamente a un candidato.
Esa última preocupación responde a los planes de un grupo de multimillonarios conservadores de juntar "energía, dinero e influencia política" para elegir este 6 de noviembre a un republicano como presidente de Estados Unidos.
Según la prensa del país, Sheldon Adelson, magnate de los casinos en Las Vegas, y otros empresarios dispusieron de al menos 100 millones de dólares con el objetivo de sacar a Obama de la Casa Blanca.
El poder los superPACs quedó claro en los resultados de las primarias presidenciales republicanas, calificadas por el senador demócrata por Nuevo México, Tom Udall, como verdaderas subastas donde gana quien tiene la chequera más gruesa.
En esa competencia interna, realizada de enero a junio pasados, los precandidatos del partido rojo agotaron sus recursos y peores tácticas para despedazarse entre sí y conseguir el apoyo de los mil 144 votos necesarios para la nominación oficial.
Otra desagradable consecuencia de la expansión de los superPACs es la proliferación de propaganda negativa basada en hechos falsos y transmitida mediante la avalancha de anuncios que difunden los medios de información, principalmente en los estados considerados indecisos.
Según datos oficiales, la publicidad sucia pasó de un nueve por ciento en 2008 a 53 por ciento solo en los primeros siete meses de 2012.
Todos estos elementos hacen pensar que al futuro Gobierno estadounidense no lo escogerán hoy sus ciudadanos, sino una minoría poderosa con el capital suficiente como para mover las fichas del tablero electoral a su gusto y conveniencia.
Solo resta esperar a ver qué sucederá finalmente en las urnas, después que, en manos de los lobos, los millones danzaron en las campañas eleccionarias norteamericanas con pleno aval gubernamental.
(Versión actualizada y corregida del comentario de Yolaidy Martínez Ruíz , periodista de la agencia latinoamericana de noticias Prensa Latina)
Okey, pero ya ese problema no tiene remedio. Cosas de este sistema. Tengo familia en Cuba y sólo lo que pido es que de los dos lobos, por favor diosito, que gane el de pelaje oscuro.
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