Andrés Gómez*
Este 10 de Octubre hará 145 años desde que una mañana en igual fecha en 1868, en un ingenio en tierras de Manzanillo -Demajagüa-, un puñado de hombres y mujeres dirigidos por el insigne bayamés Carlos Manuel de Céspedes decidieran hacer manifiesto su decisión de ser libres del despotismo de España, declarar la independencia de Cuba y tomar las armas y sacrificarlo todo para hacer valer sus derechos.
No era la fecha acordada por la gran mayoría de los conspiradores envueltos en aquella conjura contra el derecho de España para continuar gobernando a Cuba; como tampoco era ni mucho menos la primera de las conspiraciones cubanas de similares propósitos. Lo que pocas personas, si alguna, podía imaginarse aquella mañana en aquel ingenio en tierras de Manzanillo es que esa decisión era el comienzo de la ardua epopeya que forjaría la nación cubana.
A todos los que fueron consecuentes con los ideales de Patria y Libertad la desgarradora lucha por la independencia y la justicia social los radicalizó. La radicalización de nuestro proceso nacional, lo que lo convirtió en un proceso revolucionario, precisamente ha sido fruto de todas estas largas décadas de heroica lucha. No fue así necesariamente en un principio. Lo que en nada le resta mérito histórico a aquel valeroso, audaz e imprescindible hecho.
Propongo que en esta fecha fundacional reflexionemos sobre partes del Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba, “dirigido a sus compatriotas y a las demás naciones”, hecho público por Carlos Manuel de Céspedes aquel 10 de Octubre de 1868.
“Al levantarnos armados contra la opresión del tiránico gobierno español, siguiendo la costumbre establecida en todos los países civilizados manifestaremos al mundo las causas que nos han obligado a dar este paso, que en demanda de mayores bienes siempre produce trastornos inevitables, y los principios que queremos cimentar sobre las ruinas de lo presente para la felicidad del porvenir.
Nadie ignora que España gobierna a la Isla de Cuba con un brazo de hierro ensangrentado; no solo no le deja seguridad en sus propiedades arrogándose la facultad de imponerle tributos y contribuciones a su antojo, sino que teniéndola privada de toda libertad política, civil y religiosa, sus desgraciados hijos se ven expulsados de su suelo a remotos climas o ejecutados sin formas de proceso por comisiones militares establecidas en plena paz con mengua del poder civil. La tiene privada del derecho de reunión como no sea bajo la presidencia de un jefe militar: no puede pedir remedio a sus males sin que se le trate como rebelde y no se le concede otro recurso que callar y obedecer. […]
Nuestros valiosos productos mirados con ojeriza por las represalias de los pueblos mercantiles extranjeros, que provoca el sistema aduanero de España para cortarles su comercio, si bien se venden a grandes precios en los puertos de otras naciones, aquí para el infeliz productor no alcanza siquiera para cubrir sus gastos; de modo que sin la feracidad de nuestros terrenos pereceríamos en la miseria.
En suma la Isla de Cuba no puede prosperar porque la inmigración blanca, única que en la actualidad le conviene, se ve alejada de nuestras playas por las innumerables trabas en que se le enreda y la prevención y ojeriza con que se le mira.
Así pues los cubanos no pueden hablar, no pueden escribir, no pueden siquiera pensar y recibir con agasajo los huéspedes que sus hermanos de los otros pueblos les envían. […]
Viéndonos expuestos a perder nuestras haciendas, nuestras vidas y hasta nuestra honra, todo nos obliga a exponer esas adoradas prendas para reconquistar nuestros derechos de hombres ya que no podemos con la fuerza de la palabra en la discusión, entonces con la fuerza de nuestros brazos en los campos de batalla. Cuando un pueblo llega al extremo de degradación y miseria en que nosotros nos vemos nadie puede reprobarle que eche manos a las armas para salir de un estado tan lleno de oprobio. […]
…nosotros creemos que todos los hombres somos hermanos, amamos la tolerancia, el orden y la justicia en todas las materias; respetamos las vidas y las propiedades de los ciudadanos pacíficos, aunque sean los mismos españoles residentes en este territorio; admiramos el sufragio universal que asegura la soberanía del pueblo; deseamos la emancipación gradual y bajo indemnización de la esclavitud…
…el libre cambio con las naciones amigas que usen de reciprocidad y la representación nacional para decretar las leyes e impuestos y en general demandamos la religiosa observancia de los derechos imprescriptibles del hombre, constituyéndonos en nación independiente porque así se cumple la grandeza de nuestros futuro destino.”
Así comenzó, aquel 10 de Octubre hace 145 años, la lucha del pueblo cubano por lograr su plena independencia y por asegurarse asimismo la plenitud de la justicia social.
¡Gloria eterna a todos aquellos y aquellas que a través de nuestra historia se han sacrificado enteramente por hacer esta realidad posible!
¡Viva Cuba Libre!
(*) El autor, periodista cubano radicado en Miami, es director de la revista Areítodigital.
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