No importa el coste mediambiental del objetivo si al final se justifica el fin. Esa ha sido siempre la filosofía gringa de asumir su papel. De cualquier manera, a Washington, primer emisor mundial de gases de efecto invernadero, desconocedor del Protocolo de Kyoto y de los acuerdos de las Cumbres de la Tierra, sólo le interesan los cómos, no los porqués del asunto, a pesar de las denuncias de eminentes científicos y estadistas mundiales sobre los peligros que derivan del método.
Recuerdo ahora mismo una extensa Reflexión del líder de la Revolución cubana, en la que de manera humilde, al final de su crucial llamado a la cordura, Fidel casi que en tono de disculpa indica que había dejado transcurrir los días festivos del viejo y el nuevo año para no agobiar a las personas con un largo material. Era enero 4 de 2012 y desde entonces ya marchaban a todo tren los planes de obtener más hidrocarburos a merced del envenenamiento ambiental, lo mismo de la atmósfera como de suelos y capas hídricas superficiales y también subterráneas. El título del artículo no puede resultar más premonitorio: La marcha hacia el abismo.
¿Quién entiende la naturaleza humana? Aún a sabiendas de que la humanidad camina al borde de un precipicio sin fin, del alerta de acercarnos cada día más al punto de no retorno en que los desastres ecológicos ya no tendrán vuelta atrás ni el planeta capacidad para regenerar los procesos a su estado anterior, las grandes potencias mundiales, atizadas por el consumismo sin desenfreno, apuestan a la fractura hidráulica como método para "exprimirle" a la Tierra los recursos que le costó millones de años crear.
Rusia anunció hace poco su decisión de avanzar también en los laberintos del fracking. Otras naciones también suicidas han desandado buen trecho con los consiguientes desenlaces mediambientales. El otro día, mientras disfrutaba la transmisión por TV de la vuelta ciclística a España, me llamó la atención un chillón cartel amarillo, con letras negras enormes, levantado a la vera de un camino pirenaico: ¡No Fracking!, decía, y en medio de aquellas laderas verdes se me antojó un grito tan estentóreo y desolador como el alarido plasmado en la pintura del maestro noruego Edvard Munch.
La anunciada fuerte mejora de la producción petrolera y gasífera de Estados Unidos se debe en una parte a los avances en tecnologías de punta para la perforación horizontal, pero descansa sobre todo en la fractura hidráulica, que ha permitido extraer gas de yacimientos de arenas bituminosas anteriormente poco productivos al norte y sur del país.
Las estimaciones de la Agencia de Información de la Energía (EIA) indican que Estados Unidos cerrará 2013 con un volumen de extracción de hidrocarburos de alrededor de 25 millones de barriles diarios, divididos casi al 50 % entre gas y petróleo.
La EIA señaló que en 2011 y 2012 los niveles de producción de Rusia y Estados Unidos fueron esencialmente los mismos, pero en 2013 las trasnacionales estadounidenses se distanciarán definitivamente de las rusas, cuyos volúmenes rondarán los 22 millones de barriles por jornada.
Gracias al controvertido método, Estados Unidos superará por primera vez de los años '80 a sus inmediatos contrincantes tanto en producción de gas natural como en petróleo, mientras que también supera a Arabia Saudí como primer productor mundial de petróleo.
Esta evolución, dice el comunicado, está en línea con la estrategia del gobierno estadounidense de reducir su dependencia de los hidrocarburos extranjeros y aumentar su industria extractiva para comenzar no solo a abastecerse, sino también a exportar.
De cualquier modo, y por si acaso, el imperio sigue adelante con su política guerrerista y de intentos de desestabilizar gobiernos no afines, curiosamente en puntos del planeta donde el llamado oro negro es abundante. Si no que lo digan Irán, Venezuela, Siria...
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