Julio Martínez Molina
Circula en el planeta digital una peliculita llamada Runner Runner, la cual no tiene otro valor que mostrar cómo operan los gringos en las repúblicas bananeras, desde siempre y todavía. Benn Afleck dirige un garito virtual de apuestas en cierta nación centroamericana, donde los jerifaltes le dejan hacer, mientras le entregue dinero. Allí las prostitutas son ofrecidas como regalo a los políticos y todo es decadencia, empobrecimiento espiritual.
A quien no le interese consultar un libro de la historia seudorrepublicana en Cuba, le bastaría con ver una de las partes de la trilogía de El Padrino, para atestiguar cuán igual era La Habana de los tiempos mafiosos de Mayer Lanski, los casinos y -de nuevo-, prostitutas, proxenetas, drogas, extorsión, dinero para los ricos e indigencia para los pobres. Un pasaje ambientado por Coppola en el lupanar capitalino visibilizaba con elocuencia aquel ambiente de depravación.
Podré sonar a tecoso, pero valga el riesgo, pues como me recordaban hace poco dos grandes de esta provincia (Marcelo Verdecia* y Antonio Muñoz) hay cosas sagradas en la vida como Gratitud, Historia y Deber. Y es deber de un intelectual revolucionario contribuir, al menos mediante mínimo atisbo de claridad, a aquellos obnubilados quienes todavía creen que era “muela” lo de la aciaga vida prerrevolucionaria en Cuba.
A mi abuelo Guillermo (un isleño de seis pies, con su machete al cinto, y a quien no se le podía respirar de cerca) lo sacaron a punta de fusil de su casita improvisada en Sabana de Miguel, sin dejarlo ni hablar. La Guardia Rural lo desalojó junto a su esposa, Beatriz, y los diez hijos del matrimonio. Entre aquellos niños estaba mi madre, quien nunca pudo borrar de su mente tamaño oprobio a la dignidad de un ser humano.
No son evocaciones exclusivas de una persona, no significativa en términos colectivos; pertenecen a un pueblo esquilmado hasta la insolencia por camarillas de ladrones, asesinos, chivatos (aquellos sí lo eran de verdad; el saldo de su delación tenía imagen de cadáver encontrado en la cuneta) que contribuyeron a la muerte, tortura o flagelación de miles de personas.
La Revolución Cubana, con sus errores/contradicciones en el camino y todo -no existe proyecto social ni ser humano desprovisto de ellos, son inherentes al desarrollo y a la especie-, no merece mancillarse por nadie; ni de hechos ni de palabras, porque esta parte del Caribe era una sentina antes de 1959, donde se cagaban -literalmente- en sus mártires y su pueblo.
Por eso, duele tanto, tanto, tanto apreciar cómo continúan proliferando expresiones que, por largas décadas, fuimos capaces de desterrar del panorama nacional. Una de ellas, la prostitución. Es un tema sensible, poco abordado en nuestros medios, habida cuenta de figurar entre las vías de ataque más frecuentes del aparato de propaganda exterior, el cual lo manipula, amplifica y decanta hacia el asunto de la “prostitución infantil” y nos incluyen en listas de turismo sexual junto a países como Tailandia u otros.
En realidad, de este último tipo son contados los acontecidos. Pero la otra existe; la de jovencitas (y jovencitos) es una realidad, está a la vista. Para comprobarlo, ni siquiera es preciso concurrir a cabarets, clubs, hoteles, casas legales de alquiler o ilegales de citas. Basta con permanecer poco rato en el Bulevar. En aquella esquina verás un clásico nacional post-período especial (el viejo extranjero y la local, en el “tur”: algunas de dichas parejas están feliz y seriamente casadas, aclaro, pero en realidad son cinco entre mil, el resto es body rent); en otro tramo, distinguirás, orondos, caminando, de manos, varios de tales enlaces de temporada: son de estación porque mientras el foreigner hace su vida en Toronto o Milán, ella tiene su doble, triple y hasta cuarta relación aquí. En aquel punto apreciarás a cualquiera de los comerciantes multioficios de la zona ofreciendo las tarifas: “Es morenita, 19 años. Por tanto, te hace esto; por lo demás el precio es… y así”. Sí, en términos macro, los índices no son determinantes, mas constituye un modo de vida observado por más personas de las supuestas.
Cuba, por supuesto, dista de parecerse al Haití de Bienvenidos al Paraíso (Francois Ozon, 2006) o la Kenya de Paraíso: Amor (Ulrich Seidl, 2012), historias fílmicas, basadas en la realidad, de señoras maduras a la caza de sexo joven tercermundista. No obstante, son visibles en la noche cienfueguera -a veces hasta en los sitios menos pensados-, añosas sajonas con su muchachón afrocubano al lado. Dinero fácil a cuenta de unas pobres viejas infelices, ok; pero a la larga ellos son un instrumento, están siendo comprados. Viejo ¿e infinito? ciclo, desde la colonia.
¿Dónde están la familia, la comunidad, las organizaciones de masas o cuantas pudiesen intervenir aquí¿ ¿Lograremos frenar el fenómeno? Es tan complicado el asunto, dada la índole y el arbitrio personal, que no cabe en un comentario. Yo tampoco quiero que Cuba eche su vida en un timbiriche, al margen de cuanto hacen falta estos, pero es preferible un millón de veces a que se transforme en un burdel. Cojamos el toro por los cuernos, admitamos y enfrentemos tal realidad. Resulta difícil, cierto, pero mediante la inteligencia colectiva algo podrá hacerse, todavía a tiempo.
(*) General (r), presidente en Cienfuegos de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC). Siendo casi un adolescente se integró la Columna No. 1 al mando de Fidel Castro, en la cual integró el equipo encargado de velar por la integridad física del líder de la Revolución.
Acotación del editor:
Al decir del trovador Tony Ávila, "el timbiriche es el símbolo más visible de los cambios que se han realizado últimamente en Cuba y con él me refiero a cualquier cosa que permita la autogestión y prosperidad individual. El tema SOS timbiriche es parte de una producción discográfica independiente que estamos trabajando y en él llamo a que el cubano no pierda la bondad, el sentido del humor, la hospitalidad, la solidaridad, la camaradería, la hermandad que siempre nos ha caracterizado".
Les comparto el vídeoclip de Timbiriche. Favor, poner atención a la letra para que ayude en la reflexión sobre el tema que nos propone el colega Julio Martínez Molina.
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