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martes, 14 de enero de 2014

El rapto del frío o el día que nos escamotearon la peor noticia de 2013

El 9 de mayo la humanidad dio un salto al vacío al transponer
el umbral de las 400 partes por millón de dióxido de carbono
(
CO2) en la atmósfera. Los medios callaron la noticia.
Julio Martínez Molina

Hasta hoy, martes 14 de enero, sobre el archipiélago cubano no se había desplazado ni un pariente lejano de la reina de las nieves. En cambio, evento inusual, registros sismológicos han dado cuenta de actividad en el Centro de la Isla. Estamos viendo cosas raras y no son Ovnis.
Salvo la ligera brisa invernal del martes 10, incalificable para abrigo, aquí no ha habido frío; ni rastro de las habituales temperaturas bajas para la temporada en la nación. Al margen de que el slogan turístico rece “lo del eterno verano”, el rastreo factual climatológico de la nación consigna -históricamente- el descenso durante diciembre, enero y febrero; e incluso una más marcada línea divisoria entre cuatro estaciones que, en realidad, ya casi se han convertido en una.

Aquellos tiempos remotos cuando, en el matutino de la escuela, soltábamos “humito” de la boca, los labios se pelaban y casi todo se congelaba en el refrigerador van transformándose en evocaciones de una circunstancia climática donde, si bien ya se hacían evidentes algunos signos del calentamiento global, todavía no eran tantos como para prender la señal de alarma. Acaso inimaginable entonces, solo visible por visionarios como Fidel.
Ahora que nieva hasta en el Mississippi Sur y los políticos trogloditas yanquis comprados por las corporaciones se valen de ello para, de forma canallesca, poner en duda otra vez lo del aumento de la temperatura (demostrado hasta lo abrumador mediante cifras científicas que no vamos a repetir aquí), es cuando las grandes compañías de la información más sepultan las informaciones tendentes a poner el indicador rojo en la humanidad; y con ello impedir que esta compela a los gobiernos a un compromiso mayor en favor de la especie.
En tal sentido, cual recordaba el sitio alternativo español Rebelión este 9 de enero, la peor noticia para el género humano en 2013 resultó escamoteada por las transnacionales mediáticas. Sucedió el 9 de mayo pasado, cuando traspasamos el umbral de 400 partículas por millón (ppm) de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera.
Fue, según las precisas palabras de ese órgano, “sin exageración alguna, un salto hacia lo desconocido, a un punto de no retorno, porque el fatídico jueves mencionado se ha consumado una alteración de los grandes equilibrios climáticos y ecosistémicos del planeta, de un alcance negativo verdaderamente imprevisible. Como lo ha dicho el climatólogo Ralph Keeling: Se siente como si estuviéramos en el paso entre el pasado y el futuro (…) Y ahora, aquí estamos, transitando a una nueva era”.
Rebasar la cifra de 400 ppm constituye un acontecimiento de las mismas proporciones que el lanzamiento de la primera bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima el 6 de agosto de 1945, con lo que se abrió el camino a la proliferación nuclear y a la posibilidad de destruir el mundo no una sino varias veces. Los dos hechos marcan un punto crítico, en el verdadero sentido de la palabra, en la historia del género humano, consideró el diario digital.
La medición del CO2 en la atmósfera es realizada con carácter anual desde 1958, en una estación de monitoreo en Hawai. En honor a su precursor, el científico norteamericano Charles David Keeling, se le conoce como “la curva Keeling”. En ese año inicial fue de 316 ppm. 
“Lo que resulta significativo estriba en que durante varios millones de años los niveles del CO2 jamás alcanzaron 300 ppm y en la actualidad están aumentando 75 veces más rápido que en el tiempo preindustrial. Además, el (CO2) es el principal gas de efecto invernadero (GEI) y en la medida en que se incrementa su acumulación en la atmósfera calienta la tierra y modifica el complejo sistema climático del planeta”, sostenía Rebelión.
“Aunque están claramente establecidas las causas del trastorno climático y los responsables -en primer lugar los países imperialistas, encabezados por Estados Unidos, y las grandes compañías multinacionales-, nada indica que en la actualidad vaya a cesar el consumo desaforado de energías fósiles, ni que se reduzca la deforestación, o el consumo de carne. Por el contrario, y como aquel suicida que se encuentra al borde del precipicio y acelera la carrera para llegar más rápido al vacío, el capitalismo incentiva la producción y consumo (…) nada indica que el ritmo del crecimiento económico se detenga en el capitalismo, lo cual significa que los 400 ppm van a ser rebasados rápidamente en los próximos años, hasta alcanzar los 450 ppm o más, con la alteración climática que eso conlleva, que puede elevar las temperaturas hasta más allá de los 4 grados centígrados, lo que podría considerarse el verdadero Armagedón climático”, añadía el texto.
El freno a la debacle total dicho ensayo solo lo concebía en la articulación global de “un proyecto ecosocialista que abandone el modelo energívoro del capitalismo, impulse energías renovables y proponga otro modo de producción y de vida. Porque ahora sí es más claro que nunca que necesitamos otra organización social radicalmente distinta, porque la que conocemos nos lleva inexorablemente al desastre”. Ese podría ser un camino viable, mas la pregunta sería: ¿y existiremos para cuando suceda?

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