Julio Martínez Molina
Un prominente intelectual revolucionario cubano consideró alguna vez que la televisión cubana era tan mala que para mejorar, primero tendría que suicidarse. Recordemos que lo del enojo de la “intelligentzia” contra la “caja tonta” viene de los tiempos del viejo Groucho Marx; de modo que no hemos de tomar muy a pulmón su calificación. En cambio, un científico social europeo, de prestigio en el pensamiento de izquierda a nivel internacional la evaluó, por su parte, como “la mejor televisión del mundo”.
Ni lo uno, ni lo otro. Es un medio cultural, recreativo e ideológico de alta responsabilidad social que cumple su cometido, decorosamente, a partir de la infraestructura técnica/recursos/financiamiento con que cuenta; a veces animada de intenciones loables, pero resultados más o menos dignos (o peores), en consecuencia con disímiles elementos, en los cuales interviene el dinero, es verdad; pero sobre todo la profesionalidad: su presencia o ausencia.
Hay gente muy talentosa en el circuito, pero nuestra pequeña pantalla (como la radio cubana; sobre todo la de las provincias y municipios) pide a gritos mayor presencia de intelectuales, capaces de aportar en sus diferentes divisiones. Por ejemplo, salvo excepciones de espacios/nombres perdidos entre malos horarios o escasa divulgación, la División Musical es atrofiante (aún recordamos la barrabasada de fin de año con el “popular” Robertico), mientras la Dramática se resiente de un tropezón en otro, mediante pedestres telenovelas donde se pierde de forma lastimosa la capacidad actoral de muy buenos intérpretes, necesitados de comer y por ende sumidos en libretos más turbios en su escritura que los pantanos de la Ciénaga de Zapata.
Pero, en materia de receptar y emitir lo más sobresaliente que en el plano internacional es producido en la teleficción, nuestro ente tendría preeminencia absoluta en el universo, si sus programadores supieran escoger. Como he escrito en anteriores oportunidades, la única ventaja producida a los cubanos por el bloqueo de los chorlitos asesinos de la Sala Oval, es que podemos hacer cuanto nos de la gana en series, música y película, habida cuenta de la exención de pagos del copyright. En la División Musical somos campeones mundiales en agarrar lo último; cuanto ocurre es que, por regla, escogen la hez del cagadero planetario y, entonces, ahí vemos a muchachitos -sin idea de nada-, leyendo absurdos guiones donde ponderan hasta el Tíbet a imbéciles de marca mayor del negocio discográfico. ¿Quién piensa, quién escribe, quién selecciona, quién elucubra semejantes ditirambos? ¿Habrán reparado en el daño estético provocado al propalar tales infundadas alabanzas?
Podríamos sentirnos dueños del mundo, con los brazos abiertos a la maravilla, como Leo y Kate antes de reventarse el Titanic, pero programadores que han llevado a la Fílmica al mismo nivel de forzada “juvenilia daviguettiana” de la Musical, maltratan al espectador, mediante seriecitas extranjeras de usar y tirar. Había una vez, nuestra televisión se daba el lujo de proyectar, casi al unísono, The Sopranos, The Wire, Six Feet Under, Carnivale, Deadwood, Mad Men. El certificado de defunción de esa época gloriosa fue emitido.
Necesitaría treinta comentarios para consignar todas las series buenas que, de forma olímpica, ignora el medio. Muchas personas en Cuba, sabedoras de su calidad, nos las hemos agenciado y visto, en comelatas de temporadas, pero querríamos compartir ese placer intelectual, estético, gnoseológico, entretenedor con millones de compatriotas, imposibilitados de hacerlo.
Ojalá algún programador de nuestra tele tomara esta lista (abreviadísima) de series que debe proyectar el medio -asignaturas pendientes todas-, a ver si se despabilan y comienzan a hacer su tarea. Quizá muchos cubanos mutarían su ración diaria de mexicanadas culebroneras aniquila-cerebros, si la TV proyectase las siguientes imperdibles piezas de la teleficción internacional:
- American Horror Story (FX): cuando ya creíamos que después de El Resplandor, Los Otros y el J-Terror, no habría nada más en el género, sale al ruedo este delicioso tifón de creatividad. Rica locura, inteligentísimo desmadre.
- The Walking Dead (AMC): un tratado sobre el comportamiento del género humano, revestido de historia postacopalíptica de zombies. Indispensable.
- Breaking Bad (AMC): magistral recreación fictiva del declive moral del imperio, desde la conversión progresiva de un profesor de secundaria básica en connotado productor de metanfetaminas. Goethianamente faustiana.
- House of Cards (Netflix): otra elocuente vivisección de cómo funciona el entramado político en las cloacas de EUA; luego de Boss (Starz)
Y, además: The Newsroom, True Detective, Enlightened, Bored to Dead, Veep, The Big Love, Girls (HBO), Black Mirror, Dates y Luther (BBC); Hell on Wheels (AMC); Homeland, Nurse Jackie, United States of Tara, The Big C, Dexter, Californication y Masters of Sex (Showtime); South Park (Central Comedy); The Simpsons y 24 (Fox); Orange is the New Black (Netflix); Crematorio (España); En Terapia (Israel); Borgen (Dinamarca); Carlos, Les Revenant y Engrenages (Francia). Salvo por las en fecha cercana exhibidas Game of Thrones; Boardwalk Empire, The Big Bang Theory y The Good Wife, la tele criolla anda fuera de sintonía. Ruego envíen este comentario al ICRT.
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