Quien siembra vientos no puede aspirar a otra cosa que a recoger tempestades. Primero fue Al Qaeda, ahora el ISIS. |
Los políticos estadounidenses plantean que Estados Unidos es un país civilizado, bajo el reino de Dios, una democracia, que respetan a las mujeres, donde todos tienen las mismas oportunidades independientemente de su sexo o raza y que no tratan de imponer su forma de vida a otros, todo lo contrario a lo que diariamente hacen los brutales seguidores del Estado Islámico.
Si tomamos en consideración la actuación de estos “humanitarios policías mundiales”, no podemos pasar por alto que en Irak, durante la guerra “civilizada”, que por más de una década han llevado a cabo, murieron un millón y medio de iraquíes, mientras trataban de encontrar las armas de destrucción masiva que nunca aparecieron, a pesar de que las agencias de inteligencia estadounidenses aseguraban que existían.
Como resultado de esa intervención, asesinaron a Saddam Hussein, que había sido su aliado. En el nombre de la “democracia”, George Bush llevó a cabo un “cambio de régimen” precedido por “elecciones libres” bajo la supervisión de los militares de Estados Unidos, donde Nouri al-Malaki, el candidato y títere estadounidense, fue electo. Recientemente, el gobierno de Washington presionó para que Malaki renunciara.
Cuando los combatientes del Estado Islámico hostigaban al régimen Sirio de Assad, no había objeción alguna en que lo hiciera, utilizando los métodos que ahora le critican. El financiamiento y abastecimiento de armas, la preparación y todo lo que necesitaban, fue suministrado por Estados Unidos conjuntamente con sus aliados Qatar y Saudi Arabia, estas últimas reconocidas como “monarquías democráticas”. Mientras los combatientes islámicos asesinaban en Siria los enemigos de Estados Unidos, nadie veía algo malo en eso. Ahora que asesinan a los amigos de Estados Unidos en Irak, se les condena fuertemente y la prensa expone los horrores que cometen.
Hace pocos meses los combatientes islámicos utilizaban el petróleo que robaba a los sirios para llevar a cabo el “cambio de régimen” que Estados Unidos deseaba. Ahora estos continúan robando petróleo sirio, para financiar sus operaciones, que ahora incluyen a Irak.
Obama amenazó con bombardear Siria por haber “cruzado la línea roja” cuando el gobierno de Assad fue acusado de utilizar gas sarín contra los “rebeldes” y la población civil del país. La acción “humanitaria” de Estados Unidos se detuvo debido a la no existencia de pruebas y el clamor de la opinión pública mundial. Posteriormente Seymour Hersh, premio Pulitzer, junto con expertos del MIT presentaron evidencias de que habían sido los llamados “rebeldes”, los islamitas, los que habían utilizado el gas sarín. El asunto se desechó, Obama no condeno a los “rebeldes” y sus atrocidades porque eran “sus rebeldes” que estaban luchando contra los enemigos de Estados Unidos.
Algunos políticos iraquíes que se oponen a la presencia en su territorio de fuerzas extranjeras, han planteado que los bombardeos estadounidenses en el norte de Irak no tienen el propósito de ayudar a los iraquíes, sino el de proteger los “intereses de Estados Unidos”, el petróleo, que durante años ha sido uno de los ingresos más importantes de las empresas petroleras estadounidenses y quieren asegurar que lo siga siendo.
Obama ha planteado que Estados Unidos continuará llevando a cabo “misiones militares de carácter limitado” por razones “humanitarias”, para proteger los intereses de Estados Unidos en el país y ayudar a la estabilización de la “democracia” en Irak.
En la guerra que Obama dio por terminada, a pesar de que Bush también la había dado por terminada, se continúa peleando. El Pentágono está tratando de resolver el problema lanzando ataques aéreos, pero todos saben, que en un momento determinado, para poder defender sus intereses, nuevamente tendrán que posarse sobre el suelo iraquí las botas del ejército estadounidense.
Ahora, el enemigo de Estados Unidos es el que anteriormente era su amigo, o… ¿Será que todavía es su amigo?
(*) Doctor en Ciencias Históricas. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales.
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