Ángel Guerra Cabrera
La enorme victoria política de Alexis Tsipras con el monumental no en el referendo del 5 de julio ha tenido hondas repercusiones internacionales y en el seno de la Unión Europea (UE). La conducción política por él y su coalición Syriza del proceso que va de la unificación de sus componentes en un programa común y el crecimiento electoral hasta ganar las elecciones parlamentarias de enero de 2015 y 6 meses después el referendo con el doble de votos que en enero, revelan el talante democrático y popular de esa fuerza política en el más amplio y legítimo sentido de ambas palabras.
Evidencian también su capacidad de interlocución pues esa ascendente trayectoria política ha sido lograda a contrapelo de una descomunal campaña de terror de los medios hegemónicos europeos y griegos, especialmente en la etapa previa al referendo.
Tsyriza ha dado reiteradas muestras de sensibilidad para auscultar los sentimientos y aspiraciones de sus compatriotas, en especial de los jóvenes, el sector poblacional donde tiene el más sólido, creativo y entusiasta apoyo.
Ello sería una virtud enorme en cualquier lugar y circunstancia: la más importante y decisiva a que puede aspirar la dirección política de un pueblo para elaborar una correcta estrategia. Pero en una Europa y en un mundo donde la conducta de no pocos líderes es dictada casi exclusivamente por la enloquecida codicia del capital financiero y donde, salvo en contados países, las decisiones sobre la vida de las personas se toman invariablemente sin escuchar su opinión, las mencionadas cualidades de Syriza la proyectan como uno de los más importantes referentes morales y políticos para los pueblos de Europa y el mundo.
No ha de extrañar por ello que haya sido de América Latina y el Caribe de donde salieron de las más efusivas y solidarias expresiones de felicitación a Tsipras por su victoria en el referendo. Entre las primeras, la misma tarde del domingo, las del Fidel y Raúl Castro, líderes de la única revolución del siglo 20 que se mantiene viva, pujante y fiel a su indeclinable política de solidaridad. De la misma manera, las de Nicolás Maduro, Evo Morales y Cristina Fernandez, figuras señeras en la región del mundo que se ha opuesto con más fuerza y éxito a las políticas neoliberales y donde existe un grupo de gobiernos que se empeña en llevar la democracia más allá de los estrechos límites del modelo representativo al uso.
Pero apenas 72 horas después de la victoria de Tsipras en el referendo, este provocaba otra conmoción insólita al comparecer ante el parlamento europeo, donde desnudó el fracaso de las políticas de austeridad seguidas por la Troika a la luz del caso griego hablando con una claridad como difícilmente se haya hecho en esa cámara anteriormente. Reconoció las prácticas clientelares y la corrupción de los gobiernos anteriores, la existencia de oligarquías y monopolios y otros problemas estructurales, incluyendo el sistema de pensiones. Pero dejó muy claro que no se puede imputar a su gobierno por esas prácticas y puso el dedo en la llaga con esta sentencia: "Hemos de ser sinceros: el dinero que se ha dado a Grecia nunca le ha llegado al pueblo griego. Son fondos que se dieron para salvar a los bancos griegos y a los europeos". Añadió que eran necesarias reformas creíbles para solucionar esos problemas y que el peso de estas debe recaer en “los que pueden soportarlo” en obvia alusión a que hasta ahora el sacrificio se ha echado únicamente sobre los hombros del pueblo.
Tsipras puntualizó que lo que se discutía allí no era un problema griego sino europeo dada la incapacidad de la UE para enfrentar el endeudamiento de los países. Y es que lo único que han logrado los programas de rescate en los países del sur de Europa es desempleo masivo y pobreza por más que Rajoy se llene la boca para hablar de “recuperación”. En Grecia, más que en ningún otro país, han machacado la economía y la sociedad hasta niveles criminales y, como reconoce el mismísimo FMI, elevado la deuda a niveles impagables.
Una solución parece estar en camino, dolorosa por un tiempo para Grecia pero mucho menos que la que han querido imponerle hasta ayer la señora Merkel y la Troika. Hollande y Obama, conscientes del grave peligro económico y geopolítico que significaría la exclusión de Atenas de la UE, han hecho lo suyo y parece que veremos humo blanco. Pero si ello llegara a lograrse se deberá principalmente a la firmeza de Tsipras con el creciente apoyo de su pueblo.
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