El acuerdo entre los dos irreconciliables aspirantes a la candidatura demócrata habla del sentido de urgencia que se ha instalado en el seno del partido de los burros frente al fenómeno Trump. |
Han tenido que pasar más de 14 meses para que Bernie Sanders, el irreductible campeón de la izquierda en el seno de la tribu demócrata, haya decidido dar su brazo a torcer para apoyar finalmente a Hillary Clinton, en muchos sentidos su némesis y su exitosa adversaria en su lucha por la nominación presidencial.
Que Sanders, un venerable Senador de 74 años, haya declarado que hará “todo lo posible” para que Hillary derrote a Donald Trump en las elecciones de noviembre próximo, habla del sentido de urgencia que se ha instalado en el seno del partido demócrata.
Pero también entre la aguerrida base electoral de los “Sanderistas” preocupados por la sola posibilidad de que Trump consiga el pase a la Casa Blanca.
Que Sanders haya alzado la mano de una mujer que, en muchos sentidos, es su polo opuesto, refleja el ambiente de resignación entre sus filas pero, sobre todo, el realismo político de un candidato que sabe que, a pesar de haber cosechado más de 13 millones de votos durante la fase de elecciones primarias, su coronación como nominado del partido demócrata era una misión imposible.
Entre otras cosas porque ningún barón en el seno del partido demócrata se atrevería a negarle por segunda ocasión a Hillary la papeleta para convertirse en su candidata a la presidencia.
Pero, además, porque la mayoría de los leales a Bernie Sanders preferiría cerrar filas con Hillary Clinton (a quien desprecian por su promiscua relación con Wall Street), antes que aceptar la victoria de Donald Trump.
Dicho esto, también habría que considerar que, para que Sanders haya decidido anunciar públicamente su apoyo a Hillary Clinton, han tenido que pasar muchas cosas.
Como, por ejemplo, la encarnizada batalla que libraron sus más leales colaboradores para inclinar el contenido de la plataforma demócrata hacia la izquierda.
Una misión que trajo consigo conquistas y derrotas. Ahí está la exitosa inclusión de la demanda para fijar los 15 dólares para el salario mínimo a nivel federal. Pero, también, el fallido intento de sus colaboradores para repudiar el tratado comercial de la Alianza por el Pacífico o TPP.
A pesar de que ningún candidato esta vinculado a la plataforma de su partido y que los objetivos marcados también dependen del control de las dos cámaras en el Congreso, Bernie Sanders quería dejar huella en la plataforma demócrata como testimonio de una de las campañas presidenciales más exitosas en la historia moderna de EU.
Pero, además, que recogiera el reclamo generalizado de una base demócrata (principalmente los jóvenes) harta de que los políticos en Washington y los poderosos en Wall Street les sigan dando la espalda o apostando por mantener el actual estado de las cosas.
Precisamente, si en algo se esforzó Bernie Sanders al ofrecer su respaldo incondicional a la candidatura de Hillary Clinton, fue en reafirmar que se mantendrá vigilante para exigir desde cada rincón de la nación el cumplimiento de una plataforma que ha sido aceptada por Clinton como un programa de gobierno en caso de que resulte victoriosa en las presidenciales de noviembre próximo.
Aunque son muchos los que ven con desdén el contenido de las plataformas (el ex candidato republicano a la presidencia, Bob Dole, llegó a declarar por ejemplo que nunca leyó la plataforma de su partido en 1996), sus enunciados son la lista de la compra de quienes han decidido respaldar al candidato en la papeleta.
En el caso de los demócratas, la promesa de sacar adelante una reforma migratoria, es el reclamo que buscará asegurar el voto de los casi 24 millones de electores hispanos que podrían acudir a las urnas en noviembre próximo.
Y aunque nadie garantiza el cumplimiento de estas promesas, su sola mención es un poderoso gancho para asegurar el voto de la base en estados que serán claves.
En el caso del voto hispano, en estados “columpio” o de lealtades cambiantes como Nevada, Florida o Colorado.
Otro importante capítulo de la plataforma, ha sido la promesa de una reforma del sistema judicial que permita terminar con un régimen carcelario que devora más de 80 mil millones de dólares al año y con la persistente discriminación de las minorías negra e hispana que han terminado por convertirse en carne de cañón de ese sistema que los mantiene entrampados.
En muchos sentidos la plataforma del partido demócrata ha sido el puente que ha permitido a Bernie Sanders claudicar a favor de Hillary Clinton.
Y aunque nadie garantiza su cumplimiento, su negociación ha permitido a Sanders y a Clinton bailar la danza de la reconciliación desde el convencimiento de que, para derrotar a Donald Trump, será necesario aglutinar las fuerzas de ambos en un “matrimonio de conveniencia” que unirá a los polos opuestos de un partido en medio de un incierto proceso de recomposición.
Pero con una sola consigna: la de evitar a toda costa la victoria de Donald Trump el próximo mes de noviembre. (Tomado del blog Bravo Norte/Sur, de La Jornada)
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