Roberto Novo (*)
Sería pura y tonta formalidad recordar que nuestros antepasados, aquellos desprejuiciados e impetuosos hombres (y mujeres, claro está) de las cavernas, vivían en eso: en cavernas, pero de entonces a acá el panorama ha cambiado bastante, al menos en las sociedades civilizadas.
O sea, el cambio fue para mejor, un cambio hacia adelante, un cambio bueno. Aunque lamentablemente no siempre ni todas las transformaciones son para bien. Por ejemplo: la buena música que se hizo y escuchó en Cuba durante casi todo el siglo pasado ha sido violenta y absurdamente sustituida por algo que no me atreveré a calificar como música.
Es como un gran virus. Peor que un gran virus, porque la ciencia puede desvelarse y luchar, “con todos y para el bien de todos”, contra una epidemia, por grande que sea, y, repito, todos miramos y actuamos en una misma dirección e inspirados por un propósito común: vencer el mal.
Pero hay “cosas” que algunos nombran música que permanecen ahí: doliendo y molestando, cercenando y corrompiendo, conspirando a puertas abiertas para que seamos peores personas cada día. No sé qué otro resultado puede “atesorar” un ser humano luego de escuchar un reguetón que incita y provoca a dinamitar, destruir, a hacer ruidos, a tronar domésticamente, mientras su mensaje nos trae ardientes, espeluznantes, sórdidas, agresivas y estúpidas historias.
Me pregunto cómo logra un licenciado en X materia, o cualquier individuo con una instrucción (no necesariamente educación) de nueve o doce grados, soportar dos reguetones seguidos.
¿Será que es cosa de extraterrestres y la tal musiquilla trae consigo mágicas ensoñaciones hipnotizadoras?
Debe de ser.
Porque, de verdad, molesta. Y si a quien lo escucha de cerca llega a trasmitirle, (si es que llega, reitero), algún gozo o sentimiento como los que lograban (y logran) regalarnos Longina, o una obra de Lecuona o de Pablo Milanés o Descemer Bueno, pobre de quien lo tenga que escuchar por obligación a seis metros de distancia, pues a él solo llegará la hecatombe de las frecuencias bajas en una zonza y reiterativa eclosión ruidosa.
¡Cómo hemos hablado del dichoso generillo!
Incontables voces se han levantado a favor de quienes queremos conservar el oído y el buen gusto.
En esta pelea el reguetón lleva varias ventajas: más que un asunto musical es un fenómeno económico-social en tiempos en los cuales su majestad “don dinero” es la gran diva del show. Es además, algo que se construye (no me atrevo a decir “se crea”) con muy pocas dosis de talento y trabajo serio y sensato.
Me cuestiono muchas veces: ¿cómo es posible que alguien deje engañar el oído por algo que no pasa de ser una secuencia repetitiva?, ¿cómo no advertir que en un texto se dicen barbaridades y ofensas?, ¿será que aún puede creerse que existe inocencia o sencilla y ocurrente intención detrás de todo esto?
Y la pregunta de siempre: ¿quiénes con autoridad y responsabilidad para poner freno a esta pandemia están haciendo bien su trabajo?
Hay, como diría el maestro Frank Fernández en el Consejo Nacional de la UNEAC, al menos un par de generaciones que ya será muy difícil salvar.
Y yo pregunto: ¿seguiremos condenando a las que siguen?
Estoy seguro de que la vergüenza será doble porque no vivimos en cavernas, vivimos en una tierra que además de buenos peloteros, frijoles negros y ¨”carne’puerco”, ha dado excelentes compositores y artistas capaces de crear y defender la MÚSICA porque, real y amablemente abraza con total armonía, lógica y respeto los sonidos, las palabras y los silencios.
(*) Cantautor y trovador cienfueguero.
Para ser valiente no es preciso liarse a los golpes con un contrario, saber hacer uso de la palabra es tambien un acto de valentia, lo felicito y admiro por su escrito sobre el regueton q. se ha convertido
ResponderEliminaren una plaga q. esta acabando con el buen gusto por la buena musica propia o foranea, cuente usted con mi apoyo pues es una invasion de violencia, vulgaridad, y muchas cosas mas y ninguna buena. Hasta en actividades infantiles el ruido q. ponen es el reguton, con tantas
lindas canciones infantiles q. tienen nuestros compositores musicales.
Creo q. lo q. me falte por decir usted lo dijo y muy bien dicho, expreso el sentir de infinidad de cubanos q. admiran nuestri pentagrama.
Saludos afectuosos de un cubano pacifico.