Mandela, al centro, flanqueado por los doctores Carlos Mas Zabala (izquierda) y Felipe Delgado Bustillo (derecha), los primeros médicos cubanos durante una misión de trabajo en Sudáfrica en 1992. |
Son pasadas las 6 de la tarde del 5 de diciembre de 2013 en Cuba, medianoche en Sudáfrica, y las agencias de noticias del mundo entero están diseminando rápidamente la triste noticia de la muerte de Nelson Rolihlahla Mandela, Madiba, su nombre tribal.
Canales de la televisión cubana han interrumpido sus trasmisiones para anunciar al pueblo la desaparición del amigo de Cuba y de Fidel. La agencia de televisión de nuestra América del ALBA, TeleSUR, lo trasmite. Las imágenes de la televisora dejan ver a Jacob Zuma, el Presidente del país, anunciando el deceso; a Ban Ki-Moon expresando el pesar de la ONU; a Rigoberta Menchu, premio Nobel de la Paz igual que él, destacando su personalidad y valores; a un granjero blanco bóer en las inmediaciones de Pretoria, en el antiguo Transvaal del apartheid, agradeciendo el legado de paz, amor y perdón que sembró y dejó ese hombre sin igual; en fin están comenzando, las que sin duda serán miles en todo el mundo, expresiones de dolor, agradecimiento y respeto por el luchador independentista universal, símbolo de la intransigencia, resistencia frente a la opresión.
Y por haberlo conocido personalmente junto a mi colega Dr. Carlos Mas Zabala, los primeros en una misión de trabajo en África del Sur en 1992, por verlo en el apogeo de su trabajo al frente del Congreso Nacional Africano por la elecciones generales de 1994, por haber conversado con él, haberle estrechado su mano, sentarnos a su lado, cenar en su casa, tomarnos una foto junto a él, dialogar sobre deporte y política, del presente y el futuro, de su amigo Fidel, de escucharlo agradecer, en público y en privado, a la Cuba que venció en Cuito Cuanavale, por haber conocido el respeto y consideración que sus opositores blancos llegaron a tenerle, no puedo sustraerme a escribir estas líneas como expresión de mi modesto y respetuoso pésame a su familia y pueblo.
Después de esas elecciones surgió la máxima del “Milagro Mandela”, porque con su conducción humanista, de paz y amor, con su visión política y amor a ese país, la mayoría negra, oprimida por siglos por la minoraría blanca, no represalió a los que perdían el poder. Conocí familias blancas que en esos primeros meses de 1994, antes de las elecciones democráticas de abril, se pertrecharon con comida seca, agua, armas, balas, combustibles amurallando casas y edificios. Nada ocurrió, las elecciones tuvieron lugar en paz, ganó la población negra que respetó a la blanca. Vi en los primeros meses posteriores a las elecciones, en instituciones del gobierno, todavía administradas por los ejecutivos blancos, como iban estos conociendo a sus nuevos compañeros negros, como se redescubrían mutuamente y como entendían que juntos podían trabajar. El milagro no era tal milagro, era el resultado de un pensamiento y política superior, de una visión de reconciliación y paz. De crear una nueva sociedad. Y así ha sido.
El planeta entero está conmocionado pues se va un padre, un guía, un ejemplo, un símbolo, y yo como un amigo lejano en esta Isla de la Libertad, que el amó y agradeció, me despido de él diciéndole: Adiós Madiba, el mundo te va a llorar pero te va agradecer tu legado que nunca será olvidado.
Cienfuegos
5 de diciembre de 2013, 7.30 pm
Trabajo relacionado:
En el No. 3 del trimestrario cultural Conceptos, que publica nuestra editora 5 de Septiembre, el autor publicó la reseña titulada Mi encuentro con Mandela, al cual hace referencia en el texto. Está disponible en PDF si hace clik aquí.
(*) El autor es medico epidemiólogo, ex asesor del Departamento de Salud del Congreso Nacional Africano (1992-1993) y consultor del Ministerio de Salud de Sudáfrica (1995-1997)
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