Con su polémico Blurred Lines, Robin Thicke puso alta la varilla con este de muy mal gusto ejemplo de cosificación sexual de la mujer en la música. |
Brincos dieras. Así llevaba por título una de las canciones de la ya fallecida e idolatrada cantante mexicana Jenni Rivera, alguien a quien yo en realidad aborrecía pero que en este tema, ha de reconocerse, dijo bien de esos tipejos que mienten sobre las presuntas relaciones carnales practicadas con alguien del sexo opuesto, con los aparentes objetivos de “engrandecerse”, “masculinizarse” ante los oídos de otros estúpidos embobados con la patraña. Tan despreciables son, digámoslo con ella, como aquellos personajillos que también narran sus relaciones, estas sí reales, con otras, plano a plano.
La mujer, pese a siglos de progresivas conquistas (a la verdad derechos), continúa blasfemada, zaherida, ninguneada, cosificada.
Ahí están, para recordar lo último, esos detestables video clips: de reguetón en lo fundamental; aunque también de otros géneros. Cercanos aun en la memoria los tiempos del “chupi chupi” u otras asquerosidades parecidas -hoy día clonadas-, sonreímos, satisfechos, cuando escuchamos a un verdadero cultor de la música urbana como René, el vocalista de Calle 13, ironizar en su tema Digo lo que pienso: “sería muy fácil para mí hacer un video rapeando encima de un velero, con mujeres en pelotas acariciándome los huevos”. Lo sería, pero no lo hacen, porque equivaldría a traicionarse a sí mismos. Por consecuente, amén de por su extraordinario talento compositivo, Calle 13 pasará a la historia de la música; mientras que centenares de mequetrefes que nunca fueron capaces de comprender de que iba lo suyo y se vendieron al dinero rápido, serán olvidados en menos de cinco años. No es preciso dar muchas vueltas ni buscar a Lacan o Derrida: ante parte del rap, el hip-hop y lo urbano real hemos de quitarnos sombrero; empero lo otro fue una enfermedad cultural nacida de esa deformación genética al cruce de un contexto fracturado; pillos que supieron captar la sordidez de la época para regurgitarla en vomitivas expresiones; y mercaderes de la industria lanzados a un filón que, para fiesta de sus bolsillos, contaba con tantas ingenuas complicidades populares. Y, ahí estamos París, saboreando la perdiz, pues vivimos en el Caribe, el centro del eructo.
Mas, todo el mundo afronta su cuota de agresiones al sexo femenino en los clips. Ahora en España los mismos medios que se burlaban de los periodistas cubanos impugnantes de la misoginia reguetonera plañen por el último videito de Enrique Iglesias. Antes lo hicieron con otras barbaridades cometidas en nombre de la industria por la abominable Miley Cyrus. El hijo triste de mi tocayo humilla a las descendientes de Eva en I´m freak, el primer single en colaboración con Pitbull, de Sex+Love, su nuevo álbum. Con independencia de que está compartiendo escena con el cerdo padre de la industria discográfica, la prensa española no exonera a Enriquito. El País, burlón con sus colegas cubanos cuando criticaban a Osmany (El Aullido) García, ahora se ve obligado a hacer lo propio. Volvemos a reírnos. Escribe de I´m freak: “Enrique aparece besando, oliendo y tocando el c… de una mujer, que a largo de la pieza le sirve como mesa para apoyarse y como tambor. Unas imágenes provocadoras que han encendido la polémica sobre la cosificación sexual de la mujer en la música y por las que el cantante ha recibido críticas de sus fans, la mayoría chicas. ´Las mujeres como siempre aparecen como zorras´ o ´Si no hay c… no hay video´ son algunos de los comentarios que se pueden leer en Youtube”.
Compara y baja carga luego el artículo: “Probablemente este movimiento en la carrera de Iglesias se deba a una estrategia comercial. Todos sabemos lo bien que le ha funcionado a Robin Thicke su polémico Blurred Lines. La canción incluía frases como ´Sé que lo quieres´, ´eres la zorra más caliente´ o ´te daré algo suficientemente grande que partirá tu c… en dos´. Ni eso, ni convertir a las mujeres en objetos desnudos en el video impidieron que se convirtiera en la canción del verano del 2013”. Más adelante, a El País no le queda otra que constatar lo obvio: “El Instituto de la Mujer ve el tema con preocupación. Según Carmen Plaza, su directora general, ´estamos tan acostumbrados a ver esto que no somos conscientes del efecto social que provoca. No tiene nada que ver con una mayor o menor permisividad o liberalidad sexual, tiene que ver con el valor que la sociedad da a las mujeres. Ese valor está asociado con poseer un determinado aspecto físico y que sea un reclamo para la sexualidad masculina. En unos casos es más llamativo que en otros, porque el tratamiento o la representación es más exagerada, directa o explícita, pero al final, si uno repasa a lo largo del día en cuantas ocasiones hemos visto aparecer mujeres jóvenes, hermosas, más o menos seductoras, sin otra función que atraer miradas y ofrecerse de modo sugerente, se podría comprender hasta que punto se atenta contra el derecho de las mujeres a la igualdad de trato”.
Pese a todo, el sexo de estos videos es pura niebla, farol. Falso, como el tipo jactancioso de Jenni. Son tan increíbles las mujeres en ese territorio, como en todos; logra hacerse tanto con ellas en la intimidad; puede a tal punto un hombre disfrutarlas, bendecirlas y ser colonizado por sus cuerpos, que verlas reducidas al rol de mascota erótica de los videouchos molesta sobre todo por su esencia mentirosa. En la cama, ni Enriquito ni los pamplineros antimúsicos cubanos son nada cuando ellas mandan. A esa blanca que injuria la canción no hay cariño para darle cuando se siente mujer. Brincos dieran, de complacerla.
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